Judas Priest y Opeth estremecen la Arena CDMX: Una noche brutal para verdaderos metalheads
Fecha:  2025-05-04       


El pasado 4 de mayo, la Arena Ciudad de México se convirtió en el santuario del heavy metal con un cartel que muchos soñaban ver: Opeth abriendo el escenario y Judas Priest como acto principal. Fue una noche intensa, poderosa y absolutamente inolvidable para los que vibran con los riffs, las voces desgarradoras y la historia viva del metal.
 
La noche arrancó con Opeth, y desde los primeros minutos dejaron claro que no venían a calentar el escenario: venían a imponer respeto. Con su sonido envolvente y su estilo progresivo lleno de contrastes, los suecos llevaron al público por un viaje que pasó de la calma melancólica a la brutalidad sonora en cuestión de segundos. Mikael Åkerfeldt, con su humor seco y presencia tranquila, interactuó con el público a su manera, dejando en claro que Opeth no necesita poses para impresionar: su música habla por ellos.
 
Después del viaje oscuro y sofisticado de Opeth, la espera por Judas Priest se volvió una mezcla de ansiedad y emoción... hasta que finalmente las luces se apagaron, y el rugido de la Arena estalló. Desde que Rob Halford apareció en escena, con su clásica actitud desafiante y esa voz que sigue siendo puro acero, el lugar se vino abajo. Electric Eye, Breaking the Law, Painkiller, Turbo Lover, Hell Bent for Leather… cada canción fue un golpe directo al corazón de los fans.
 
Halford, a sus 72 años, sigue siendo el amo del escenario. Cambió de vestuario más de una vez, apareció montado en su icónica moto, y no dejó de agradecer a los fans mexicanos, quienes le respondieron con una devoción absoluta. Glenn Tipton no estuvo presente físicamente, pero su legado se sintió en cada riff. Richie Faulkner, por su parte, demostró por qué es el heredero ideal del sonido Priest: energía, precisión y puro fuego en cada solo.
 
El sonido fue potente, las luces espectaculares, pero lo que realmente marcó la noche fue esa comunión entre banda y público. No fue solo un concierto: fue un ritual metalero, una celebración entre generaciones que coreaban al unísono himnos que ya son parte del ADN del rock.
 
En resumen, Judas Priest no solo cumplió expectativas: las superó. Y con Opeth como apertura de lujo, la Arena CDMX vivió una de esas noches que los fans del metal guardarán en la memoria como una joya. Porque hay conciertos... y luego hay momentos como este.

POR: Panchito Ruido